domingo, 31 de julio de 2016

la ingratitud












Prologo: Nunca pensé tener el valor de publicar esta pequeña  historia.

La vida me dio la oportunidad de conocer el inmenso dolor de unos ancianos padres que lo único que anhelaban era  sentir el amor y abrazo protector de su hijo. Llega a mi mente la última vez que los vi mostrando miedo y soledad.  Comprendí muy a mi  pesar que de tristeza también se muere.

Cuando el pequeño Nicolás llego al mundo, sus padres se sintieron las personas más bendecidas por el Señor, no les importo tener un nivel de vida pobre, Añoraban sentir la dulzura de un niño para olvidar sus necesidades. Nace en el  hospital rodeado del cariño de sus jóvenes progenitores y de los vecinos solidarios  que  recolectaron ropa de segunda que dejaban  sus hijos, reuniendo de igual forma entre ellos dinero para comprarle la leche y los pañales. Fue  creciendo  con inmensas necesidades, estudia en una escuela pública lejos de su vereda, recorriendo a diario varios kilómetros,  únicamente con un agua panela en su estómago. Su padre un humilde jornalero, su madre dedicada a lavar ropas en diferentes casas. Sin embargo con sacrificios lograron  que ingresara a la Universidad con el fin de labrarse un futuro próspero.  Al paso del tiempo ese pequeño, que no tuvo infancia, ni nunca tuvo juguetes, ni compartió navidades rodeado de luces pirotécnicas, y quien había estudiado acompañado de una vela hasta altas horas de la noche. Se gradúa de Ingeniero Civil  en la Universidad Nacional  con honores. Consigue empleo en una empresa multinacional, se comienza a rodear de lujos y de personas importantes, olvidando las necesidades que compartió con su familia hasta el extremo de abandonarlos. Sus ancianos padres cansados por el tiempo y golpeados por la vejez y el olvido fallecen, dejando a su paso una estela de tristeza y de llanto.
Autor. Jaime Hernando Niño Ramírez.  

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